Llegó al fin
la noche. Todas las luciérnagas han salido a jugar a ser estrellas a ras de la
alta hierba de verano. A ser estrellas fugaces de otros millares de insectos. A
ser los deseos de lo desconocido. Luciérnagas enamoradas. Luciérnagas
fastuosas. El viento mece las copas de los árboles, aquellos que albergan
criaturas emplumadas cuidando de sus pequeños, enseñándoles lo que es la
libertad, lo que significa tocar las nubes. Pronto. Pronto lo harán. Y llegarán
tan lejos como puedan, allende el mundo. Son buenos padres. Un futuro brillante. Y la noche clara.
Noche de Luna llena. Y la Vía Láctea, que, con sus millones de destellos,
variedad de colores, y eterno caos y cosmos, va de un extremo a otro, nos
observa. Cúbrenos. Siempre estás ahí, aunque no te veamos. Aunque no siempre te
sintamos. No pierdas la esperanza.