The words that fly over the mountains
like a fierce and old dragon
and slide down them to a fountain
where the deeps aren't clear anymore.
where the deeps are darker than before.
The words that grow inside a forest
and every soul feel their smell.
The time, the end calls them to rest
and now are dead and nobody knows
the sparked light that in the night flows.
Mushrooms flooded by monsoons.
Changes changed by no time.
Loose lips faded by teardrops.
Wide long way home went astray.
Forest Howls
雪の跡 // 僕が林で見つけるは // 遠く に 女
lunes, 5 de septiembre de 2016
domingo, 19 de junio de 2016
Jardín inglés
Llegó al fin
la noche. Todas las luciérnagas han salido a jugar a ser estrellas a ras de la
alta hierba de verano. A ser estrellas fugaces de otros millares de insectos. A
ser los deseos de lo desconocido. Luciérnagas enamoradas. Luciérnagas
fastuosas. El viento mece las copas de los árboles, aquellos que albergan
criaturas emplumadas cuidando de sus pequeños, enseñándoles lo que es la
libertad, lo que significa tocar las nubes. Pronto. Pronto lo harán. Y llegarán
tan lejos como puedan, allende el mundo. Son buenos padres. Un futuro brillante. Y la noche clara.
Noche de Luna llena. Y la Vía Láctea, que, con sus millones de destellos,
variedad de colores, y eterno caos y cosmos, va de un extremo a otro, nos
observa. Cúbrenos. Siempre estás ahí, aunque no te veamos. Aunque no siempre te
sintamos. No pierdas la esperanza.
viernes, 12 de febrero de 2016
Experimento 7
Los blancos y dendríticos pasillos tubulares, relucientemente iluminados parecían no tener fin. No había signo alguno de que pudiera existir una puerta, una ventana o algo por el estilo. No parecía existir un rincón de confinamiento ni mucho menos escapatoria. El suelo albino, el techo níveo, y las paredes aun pálidas era todo lo que uno podía contemplar. La totalidad era una mezcla de desasosiego. Era inverosímil ver algo más y apenas mi tan querida sombra se mostraba. Cálido y calmado, insonoro e inoloro era la definición del ambiente.
En una blanca soledad, consternado, mi razonamiento empezaba a fallarme mientras caminaba apaciguadamente al ritmo de los latidos de mi corazón, mientras que mi mirada, fijamente en el fondo del pasillo, la notaba sinuosa, pues ya no sabía dónde mirar. En aquel lugar que me encontraba, el sentido de la orientación es completamente nulo; horrible, aterrador y horripilante es la sensación de permanecer confinado a solas entre tanto fulgor y tanta ausencia. Mientras mis pies estuvieran sobre una superficie, podía denominarla suelo; quizá estuviera caminando helicoidalmente, no lo sé. Pero caminaba.
Entretanto me perdía en el universo de mis andares, doblando por varios pasillos cuyo ambiente seguía siendo el mismo. ¿Estaba yendo en círculos? Sea como fuera, de un momento a otro, la pulsera bajo mi blanca indumentaria empezó a brillar de un color amarillo. Supuse que me estaba acercando a mi destino. De alguna forma, ese extraño artilugio me guiaba sin que yo fuera consciente de ello. De alguna forma... Del mismo modo que brillaba la luz de mi pulsera, empezó a hacerlo también otra en una pared que divisé al fondo. Escudriñé entre la luz que dicho color era azul y parpadeaba un segundo después que mi pulsera. Se turnaban. Me fui acercando sin saberlo, no tenía donde más ir en aquel pasillo y el siguiente cruce de pasillos estaba pasando la luz azul. Me preguntaba si había otra persona más por ahí con una pulsera azul. Mientras caminaba alcé la vista atrás y no encontré a nadie, todo seguía silencioso como antes. Aún con mi leve agobio mental, seguí acercándome a aquella luz y mi tedio empezaba a crecer.
Ocurrió pues, que mientras mis leves pasos insonoros congeniaban en tiempo con los de las luces. Luz azul: pierna izquierda; luz amarilla: pierna derecha. Azul, izquierda. Amarilla, derecha. Intentaba mantener la calma por cada paso que daba, respirando profundamente. Aproximándome sucedió lo inesperado. Ambas luces empezaron a cambiar de color. Empezaron a mezclarse. Al estar al lado de la pared cóncava que crecía a mi derecha, ambas luces se tornaron verde. Acto seguido sonó un pitido que evocaba aceptación y se abrió un agujero ovalado en la pared. Sin pensarlo, crucé aquella abertura, oscura y misteriosa, ignorando lo que podría albergar.
martes, 9 de febrero de 2016
Experimento 8
El despuntar de la aurora se cernía afablemente sobre las aún frías rocas, cubiertas de un vivo verde con restos de suave rocío, que acompañaba el decrépito y frondoso bosque cubierto de extensos añejos muérdagos y múltiples hongos creciendo vivamente a sus pies. A ras del suelo, salvajes y ocultos animales correteaban por entre la maleza viviendo su matutino día a día. Las copas de los más altos árboles albergaban vivarachos graznidos de jóvenes y oscuros córvidos que otrora eran adorados por unos y odiados o incluso temidos por otros como si de la mismísima muerte alada se tratase. El viento ondeaba las verdes banderas del sotil imperio húmedo y levantaba una agradable perfume a petricor impregnando el ambiente como ningún otro. Aquel nicho que el serpenteante y pedregoso río de agua cristalina nutría, sobre su regazo llevaba danzante y paulatinamente sangre que iba a parar en el mar, valle abajo, a lo lejos.
El horizonte era bermejo, pues se había derramado sangre en la clara noche. Al otro lado del río se abría un páramo húmedo de hierba alta donde aquella mañana silenciosa y estremecedora, el rocío se había teñido escarlata. Sobre aquella panorámica las carroñas cuyas raudas miradas volaban en círculos, indecisas y sorprendidos por cuanta comida podrán ingerir para el porvenir. No sólo ellos festejaban. Cánidos y felinos iban llegando desde lejanos rincones llamados por el exquisito olor a maná rojo desde distancias considerables gracias al agudo olfato que poseían. La muerte de unos es la vida de otros. La derrota de unos es la victoria de otros. Del cuerpo de los caídos, luego de una lenta descomposición por parte de los más diminutos seres que pueblan las entrañas de la tierra, con el tiempo crecerían flores y ellas derruirían las hojas de las espadas que se perderían con el paso del tiempo donde aquel bosque, podría ir ganando terreno, semilla a semilla a árbol y árbol en un proceso incansable.
Sin embargo, fue aquella su muerte, fue aquel su tormento, pues los vencedores volvieron a la escena del crimen, al campo de flores. Aquellas flores silvestres cortaron y un nuevo emplazamiento formaron. De aquel bosque se nutrieron para ensalzar su nueva autonomía con el poder de la mano del hombre, de la corona. Así, reyes de todas las especies cuantas existen estaban seguros de que su supervivencia fue dada por la bienaventuranza de Dios, el Único. Se sintió traicionada entonces la floresta. Lágrimas de resina y lamentos humeantes fueron sus últimos suspiros. No era sino suya la sangre derramada.
El horizonte era bermejo, pues se había derramado sangre en la clara noche. Al otro lado del río se abría un páramo húmedo de hierba alta donde aquella mañana silenciosa y estremecedora, el rocío se había teñido escarlata. Sobre aquella panorámica las carroñas cuyas raudas miradas volaban en círculos, indecisas y sorprendidos por cuanta comida podrán ingerir para el porvenir. No sólo ellos festejaban. Cánidos y felinos iban llegando desde lejanos rincones llamados por el exquisito olor a maná rojo desde distancias considerables gracias al agudo olfato que poseían. La muerte de unos es la vida de otros. La derrota de unos es la victoria de otros. Del cuerpo de los caídos, luego de una lenta descomposición por parte de los más diminutos seres que pueblan las entrañas de la tierra, con el tiempo crecerían flores y ellas derruirían las hojas de las espadas que se perderían con el paso del tiempo donde aquel bosque, podría ir ganando terreno, semilla a semilla a árbol y árbol en un proceso incansable.
Sin embargo, fue aquella su muerte, fue aquel su tormento, pues los vencedores volvieron a la escena del crimen, al campo de flores. Aquellas flores silvestres cortaron y un nuevo emplazamiento formaron. De aquel bosque se nutrieron para ensalzar su nueva autonomía con el poder de la mano del hombre, de la corona. Así, reyes de todas las especies cuantas existen estaban seguros de que su supervivencia fue dada por la bienaventuranza de Dios, el Único. Se sintió traicionada entonces la floresta. Lágrimas de resina y lamentos humeantes fueron sus últimos suspiros. No era sino suya la sangre derramada.
martes, 27 de octubre de 2015
La vida es sueño
22 mayo de 1771
Que la vida del hombre no es más que un sueño, ya se lo pareció a más de uno. También a mí esta sensación me acompaña siempre. Cuando veo la limitación a la que han quedado reducidas las fuerzas creadoras e investigadoras del hombre, cuando veo que toda actividad corre en un pos de la satisfacción de las más elementales necesidades que a su vez sólo pretenden alargar nuestra pobre existencia y que todo consuelo la partir de ciertos presupuestos de la investigación no es más que una resignación soñadora, con la que en las paredes entre las cuales nos encontramos prisioneros pintamos figuras de colores y horizontes despejados... Todo esto, Wilhelm, me deja sin habla, Si miro en mi interior, encuentro todo un mundo. De nuevo más bien presentido y oscuramente apetecido que en representación y fuerza viva. Pero entonces todo se diluye ante mis sentidos y sigo, soñador, sonriendo por el mundo.
Que los niños no saben lo que quieren ni por qué, en eso están de acuerdo los más doctos maestros, tanto los de escuela como los preceptores. Pero que también los adultos van, como si fueran niños, dando tumbos por esta tierra, y al igual que éstos sin saber de dónde vienen ni adónde van, y de la misma forma actúan tan poco según auténticos propósitos, igualmente dirigidos por el sistema del palo y la zanahoria... Esto a nadie le gusta reconocerlo, y a mí me parece que se palpa con las manos. [...]
Que los niños no saben lo que quieren ni por qué, en eso están de acuerdo los más doctos maestros, tanto los de escuela como los preceptores. Pero que también los adultos van, como si fueran niños, dando tumbos por esta tierra, y al igual que éstos sin saber de dónde vienen ni adónde van, y de la misma forma actúan tan poco según auténticos propósitos, igualmente dirigidos por el sistema del palo y la zanahoria... Esto a nadie le gusta reconocerlo, y a mí me parece que se palpa con las manos. [...]
Las penas del joven Werther, Johann Wolfgang von Goethe
Una vez más que publico un fragmento sobre este libro y no será la última. En realidad no tengo nada que decir sobre esto. Simplemente admirable. En esto de querer escribirlo he descubierto ciertas cosas... Me he dado cuenta que otras editoriales cambian, en gran parte, las palabras y el orden y coherencia de las oraciones. Eso es algo casi lógico que lo hagan pero... ¿con tanta diferencia? ¿Qué diablos? Éste fragmento que he escrito es de la edición de mi libro. Para no escribirlo quería hacer un copypaste y busqué un pdf y al llegar al día en cuestión me encuentro un escrito que me pareció casi una aberración. Más simple diría yo, demasiado. ¿De verdad, traductores, traducís y adaptáis un libro del ROMANTICISMO a algo tan simple, tan objetivo como si Goethe fuese un ilustrado puro? Tres ediciones distintas y las tres escritas distintas, casi todas reconstruidas con una simplicidad que me enerva. A pesar de que la finalidad es la misma, no tiene esa magia como en el fragmento que he tipeado más arriba. Me pregunto hasta qué grado cambian todos los libros que uno lee y con cuánta fidelidad nos llegan a nuestro idioma. Miedo da. Ser traductor de libros es duro, y un trabajo paupérrimo según me han contado.
Quizá estoy EXAGERANDO demasiado. Sí...
Quizá estoy EXAGERANDO demasiado. Sí...
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