lunes, 16 de junio de 2014

Experimento 1

   Lo que sigue a continuación no es más que un experimento que de momento está inacabado. No tiene principio ni tiene fin. La única finalidad es expresar una escena de un personaje sin nombre en un paisaje tal y pasan las cosas que pasan. Bueno, la cosa es leerlo. Experimento sano:

     Pero de repente desperté de mi inmundo sueño. La brisa seguía acariciando cálida y suavemente mi rostro como si de las manos de una mujer se tratase. Mientras intentaba despejar los ojos y enfocar la vista panorámica a la par que intentaba sacudirme las mangas y hombros de la suciedad del suelo en el cual estaba recubierto, miraba alrededor como si de un recién nacido me tratase. El cielo estaba oscuro. Las azules nubes reflejaban el vano paisaje que podía divisar donde quiera que viera; un azul de mena. Antiguamente la vaguada fue una minería a cielo abierto y de ella se extrajeron grandes cantidades de minerales dejando el valle hundido y descorazonado. Ahora se conoce el sitio con el nombre de Bajos de Mena. 

  Me levanté y tras un fuerte y placentero bostezo, sacudí por último mis pantalones. El resplandor del árbol bajo el cual yacía me ofreció una buena protección de algunas tétricas rapaces que graznaban a lo lejos. A veces los graznidos se ahogaban con el resonar del regular cauce de río que pasaba cerca de donde estaba. Entonces supe que era tarde, sí, aunque era de noche. Siempre es de noche en ese país. No tenía nada para calcular el tiempo pero de todo modos no importó. 

  Seguí la línea que brillaba en el suelo que nacía de la parte más baja del árbol y se dirigía hacia un camino transitable donde se paró una vieja caravana vacía tras pedirle que me llevase un buen trecho hacia el este a cambio de una bolsita con un par de monedas. El conductor era una persona bien entrada en edad con la piel azul y negra, un afectado por la mina, con unas ropas raídas, pelo gris y de cuerpo encorvado. Sin embargo parecía muy seguro de sí mismo. Me señaló la montaña que se alzaba majestuosamente lejos de nosotros y me dijo que aquella era la última etapa de un proyecto muy arriesgado y cuando le pregunté de qué se trataba rió y acto seguido calló. No le pregunté nada más. 

  Cuando llegué a mi destino, al bajarme de un salto con el que aterrice´con dificultad, miré hacia el anciano para darle las gracias por aquel placentero viaje. Una vez hecho, el conductor murmuró que tuviera cuidado en esta área ya que nada es lo que parecía y acto seguido puso en marcha su triste caravana y se fue riendo con dificultad.

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