domingo, 16 de septiembre de 2012

Tren WR Express (Prólogo)

Prólogo
Europa

   Dado que estos fugaces días que corren sin previo aviso, a lo largo de la historia han existido varios acontecimientos que no aparecen escritos en los libros de historia y tampoco en la memoria de la gente que la ha vivido. A lo largo del tiempo el débil hilo que une todas las historias es capaz de romperse y son llevadas por el viento. Aquellas personas que se encargan de unir los hilos rotos son llamados historiadores. Dicho esto, se habla de un pequeño hilo que muy pocas personas han llegado a conocer y es posible que haya gente que no llegue a conocerla nunca en su vida. Todo hilo tiene su principio y también su fin.

   Actualmente a mi parecer, llamaría época sepia a la no tan lejana década de los cincuenta. Mientras EEUU vivía su prosperidad nuevamente con el American way of life a pesar de los fríos conflictos con la URSS, Europa se encontraba en plena reconstrucción tras la eterna Segunda Guerra Mundial. Aquel gran conflicto había asolado ciudades completamente como el claro ejemplo que tenemos de Varsovia, capital de Polonia o también Manila, capital de Filipinas. Por entonces estaba presente en Europa el famoso Telón de Acero, denominado así por el pequeño y carismático  inglés sir Winston Churchill perteneciente a la época victoriana, y en algunas zonas continuaban conflictos menores debido a los enfrentamientos entre el capitalismo y comunismo para hacerse con el poder del continente. Drásticamente, el destino de Europa empezaba a dar un vuelco una vez más.




   En aquella época sepia, un gran porcentaje de europeos se encontraban con la moral a ras del suelo tras los desastres acaecidos además de las grandes pérdidas tanto económicas como humanas.  Por otro lado existían también personas que tenían una visión más optimista y esperanzada del futuro. Tomando este último ejemplo, lo dejamos en nuestra mente y con él nos vamos a un minúsculo y recóndito pueblo que creó su milimétrico hilo de la historia cuya población no podríamos considerar que vivió una época sepia. Otro color. Podríamos nosotros pensar en otra gama de tonos. Por ejemplo, si os gusta el verde, estaría bien pero cuidado porque hay gente que lo denominaría gris o incluso un color damasco con tendencia al tono del cielo durante el crepúsculo, la llegada de la noche. Querríamos saber la razón, ¿verdad? Entonces nos adentraremos en su historia. La historia del pequeño pueblo ubicado en la zona poniente de la Ucrania soviética, cerca de la frontera septentrional con Rumanía. Desgraciadamente nunca apareció dibujado en los mapas y no sabemos si sigue existiendo.

   El pueblito ostentaba un nombre muy difícil de pronunciar como también para escribir. Tenía en aquel tiempo alrededor de unos 100 habitantes como mucho y debido a su posición geográfica estaba "casi" aislado del mundo exterior. A sus alrededores crecían frondosos bosques con abundante  vida  y elemento gaseoso imprescindible para la misma que mantenía el aire del lugar impoluto. Además aquellos bosques estaban rodeados de montañas de no más de 2000 metros que daban lugar a los Cárpatos si nos dirigimos hacia el sur. Afortunadamente existían zonas llanas que iban de este a oeste y viceversa por la cual los antiguos ucranianos soviéticos construyeron una línea ferroviaria que atravesaba la zona e iba por las zonas bajas de las montañas y el bosque para unir Europa central con los rincones más alejados de la Europa oriental.

   Durante los años veinte, la línea ferroviaria pasaba por el pueblo que antes de eso no era nada más y nada menos que un pequeño caserío formado por isbas al más fiel estilo ucraniano. Se decidió abrir una estación de repostaje además de un taller para trenes. Gracias a eso, el pueblo empezó a prosperar más a consecuencia de los viajeros y se abrió un mercado de cereales para el comercio exterior. El éxito no les duró mucho. Durante mucho tiempo habían constantes crisis y problemas en el exterior y en muchas ocasiones la estación estaba en desuso. Mucha gente que había llegado al pueblo nuevamente emigró al exterior y fueron también reclutados para sumarse a las filas del Ejército Rojo con el deber de detener el avance alemán que luego resultó ser un triste fracaso.

   La vuelta a su vida misma, a su pasado una vez más, hizo posible su salida adelante con su propio abastecimiento de tierras de cultivo. No solo eso. Tenían granjas de porcinos y también huertas. No es de extrañarse pero el pueblo no estaba regido por el Estado y no existían koljós (granjas colectivas que pertenecían al Estado). Cerca del pueblo, a unos 100 metros al oeste, pasaba un río que en invierno llegaba a desbordarse y por eso era necesario mantener las distancias. El abastecimiento de agua al pueblo fue llevado a cabo ingeniosamente por los experimentados artesanos que permitieron que una pequeña cantidad suficiente de agua fluyese hasta una fuente central de la plaza para ser consumida por los pueblerinos.

   Todo esto, empezó a renacer. Renacía una vez más la vida en el pueblo. No hubieron grandes estragos en el pueblo y por eso parecía que nunca hubo una guerra. El tiempo seguía su recorrido y en cuanto a la percepción del paso del tiempo, todo volvía a ser igual. Durante los cincuenta, la nueva generación de infantes hizo del pueblo un lugar agradable, cálido y feliz. Algo empezaba a ocurrir en ese tiempo. Algo difícil de explicar. Retuercen mentes y lavan cerebros...


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