martes, 27 de octubre de 2015

La vida es sueño

22 mayo de 1771

Que la vida del hombre no es más que un sueño, ya se lo pareció a más de uno. También a mí esta sensación me acompaña siempre. Cuando veo la limitación a la que han quedado reducidas las fuerzas creadoras e investigadoras del hombre, cuando veo que toda actividad corre en un pos de la satisfacción de las más elementales necesidades que a su vez sólo pretenden alargar nuestra pobre existencia y que todo consuelo la partir de ciertos presupuestos de la investigación no es más que una resignación soñadora, con la que en las paredes entre las cuales nos encontramos prisioneros pintamos figuras de colores y horizontes despejados... Todo esto, Wilhelm, me deja sin habla, Si miro en mi interior, encuentro todo un mundo. De nuevo más bien presentido y oscuramente apetecido que en representación y fuerza viva. Pero entonces todo se diluye ante mis sentidos y sigo, soñador, sonriendo por el mundo.

Que los niños no saben lo que quieren ni por qué, en eso están de acuerdo los más doctos maestros, tanto los de escuela como los preceptores. Pero que también los adultos van, como si fueran niños, dando tumbos por esta tierra, y al igual que éstos sin saber de dónde vienen ni adónde van, y de la misma forma actúan tan poco según auténticos propósitos, igualmente dirigidos por el sistema del palo y la zanahoria... Esto a nadie le gusta reconocerlo, y a mí me parece que se palpa con las manos
. [...]

Las penas del joven Werther, Johann Wolfgang von Goethe

Una vez más que publico un fragmento sobre este libro y no será la última. En realidad no tengo nada que decir sobre esto. Simplemente admirable. En esto de querer escribirlo he descubierto ciertas cosas... Me he dado cuenta que otras editoriales cambian, en gran parte, las palabras y el orden y coherencia de las oraciones. Eso es algo casi lógico que lo hagan pero... ¿con tanta diferencia? ¿Qué diablos? Éste fragmento que he escrito es de la edición de mi libro. Para no escribirlo quería hacer un copypaste y busqué un pdf y al llegar al día en cuestión me encuentro un escrito que me pareció casi una aberración. Más simple diría yo, demasiado. ¿De verdad, traductores, traducís y adaptáis un libro del ROMANTICISMO a algo tan simple, tan objetivo como si Goethe fuese un ilustrado puro? Tres ediciones distintas y las tres escritas distintas, casi todas reconstruidas con una simplicidad que me enerva. A pesar de que la finalidad es la misma, no tiene esa magia como en el fragmento que he tipeado más arriba. Me pregunto hasta qué grado cambian todos los libros que uno lee y con cuánta fidelidad nos llegan a nuestro idioma. Miedo da. Ser traductor de libros es duro, y un trabajo paupérrimo según me han contado.

Quizá estoy EXAGERANDO demasiado. Sí...

domingo, 11 de octubre de 2015

La Inmortalidad

La serendipia siempre te lleva a hacer cosas que en un principio no querías hacer, como bien me ocurrió a mí. Una monopregunta personal se convirtió en una polipregunta colectiva. Fue entonces cuando me di cuenta que podía sacarle provecho a todas esas preguntas y acto seguido empecé a moldear mi monopregunta para dar paso a una macropregunta; ¿cómo sería la inmortalidad para cada persona?

Empecé a entrevistar a cada persona y según sus respuestas empecé a formular otras preguntas acorde a su forma de ver la inmortalidad. Pero siempre empezaba con la misma pregunta:"¿qué es para ti la inmortalidad? Suponiendo que siempre aparentarás 25 años, ¿serías capaz de afrontar el pasar de las eras, los hombres, la muerte y el amor?"

A continuación os presento todas las respuestas del colectivo. ¿Cuál es la finalidad? Simplemente quiero intentar que lo que cada uno ha pensado pudo haberlo pensado también otra persona y conocer así el diverso abanico de voces internas que cada uno tiene para un mismo problema. Y que podamos entender asimismo al prójimo. Los nombres están bajo anonimato y sólo se tendrá en cuenta el sexo y la edad.

Antes de nada, gracias a todos por haber participado en este garabateo.

sábado, 10 de octubre de 2015

El anhelo de Werther

 21 de junio de 1771
 
[...] ¡Si hubieras sabido, cuando elegí Wahlheim como meta de mis paseos, que estaba tan cerca del cielo! Cuántas veces en el transcurso de mis amplias caminatas vi el pabellón de casa que ahora encierra todos mis deseos, tan pronto desde las montañas como desde la llanura, sobre el río.

Querido Wilhelm, he meditado mucho acerca del ansia que tiene el ser humano de explayarse, de hacer nuevos desabrimientos, de andar vagando de aquí para allá, para luego, sobreponiéndose a ese impulso interno, de nuevo consagrarse voluntariamente a la limitación, volviendo al curso de la costumbre, sin preocuparse por lo que ocurre de derecha a izquierda.

Resulta asombroso cómo en cuanto llegué aquí y desde la colina miré el hermoso valle me atrajo todo lo que me rodeaba. ¡Allí el bosquecillo! Ah, si pudieras confundirte entre tus sombras. ¡Allí la cumbre de las montañas! Ah, si desde allí pudieras contemplar toda la amplia comarca. Las colinas encadenadas entre sí y los íntimos valles. ¡Oh, si pudiera perderme en ellos...! Corrí hacia allí y volví sin haber encontrado lo que esperaba. Me ocurre con lo lejano como con el futuro. Un gran todo en penumbra descansa ante nuestra alma, nuestras emociones desaparecen allá dentro, como nuestra vista, y ansiamos, ah, entregar todo nuestro ser, dejarnos de colmar con todo el placer de un único grande y magnífico sentimiento. Y, ay, cuando corremos hacia allí, cuando el allá se torna aquí, todo es como siempre, seguimos en nuestra miseria, en nuestra estrechez, y nuestra alma languidece, suspirando por un bálsamo que se nos escapó. [...]
Las penas del joven Werther, Johann Wolfgan von Goethe.


Quería dejar constancia que este es uno de los pasajes que más me gustan de las cartas de Werther a su amigo Wilhelm. Me siento muy identificado con lo que su espíritu manifiesta a pesar de los siglos que nos separan. El romanticismo alemán en flor de piel. No he leído mucho, por no decir nada, de Goethe y craso error es el que cometo. Soy consciente de que cuanto más lea, más me va a encantar, más tiempo permaneceré atrás en el tiempo. Sin embargo, intento leer todo cuanto puedo de un abanico de los más diversos temas que puede crear el hombre, desde la divulgación científica a la narrativa con toda sus variantes, pasando por la poesía y sus bellas desgracias. Además, de mi propio afán por la escritura y mi deslealtad a la misma, he perdido destrezas de escritura, pero como defensa, puedo decir que, a pesar de no escribir nada, tengo las ideas más claras de qué y cómo quiero escribir. De hecho son grandes mis ganas de escribir hoy en día y contar cosas por el mero hecho de entretejer palabras y crear un buen telar, me veo ya capaz de escribir. Escribir por ejemplo lo que acabo de escribir. ¿Cuenta eso?

martes, 6 de octubre de 2015

Experimento 7

Los blancos y dendríticos pasillos tubulares, relucientemente iluminados parecían no tener fin. No había signo alguno de que pudiera existir una puerta, una ventana o algo por el estilo. No parecía existir un rincón de confinamiento ni mucho menos escapatoria. El suelo albino, el techo níveo, y las paredes aun pálidas era todo lo que uno podía contemplar. La totalidad era una mezcla de desasosiego. Era inverosímil ver algo más y apenas mi tan querida sombra se mostraba. Cálido y calmado, insonoro e inoloro era la definición del ambiente. En una blanca soledad, consternado, mi razonamiento empezaba a fallarme mientras caminaba apaciguadamente al ritmo de los latidos de mi corazón, mientras que mi mirada, fijamente en el fondo del pasillo, la notaba sinuosa, pues ya no sabía dónde mirar. Allí sentido de la orientación es completamente nulo; horrible, aterrador y horripilante es la sensación de permanecer confinado a solas entre tanto fulgor y tanta ausencia. Mientras mis pies estuvieran sobre una superficie, podía denominarla suelo; quizá estuviera caminando helicoidalmente, no lo sé. Pero caminaba. Estaba caminado.


jueves, 4 de junio de 2015

Corrán tuathail

                Tras un arduo día de camino, un grupo de viajeros se dispuso a acampar cerca de un riachuelo congelado por el cual seguía corriendo el agua bajo el resbaladizo hielo. Era febrero. Aún había nieve. Habían pasado Cill Chainnigh hace ya varios días y el alimento empezaba a escasear urgentemente. El día anterior uno de los viajeros que llevaba una carreta cargada de provisiones tuvo la mala suerte de rompérsele el hielo bajo los pies por el cual transitaba. Tanto la carreta como el que la llevaba, se hundieron en las gélidas aguas. No obstante no significó su muerte; los demás compañeros se dispusieron a rescatarlo del sendero del más allá. Ninguna vida debe perderse en vano. Posteriormente no tuvieron más remedio que seguir con lo que  llevaban en su equipaje. A pesar del hambre que albergaban en su vientre y de la minuciosidad que tenían para compartir la mísera comida que llevaban, esperaban llegar pronto al siguiente poblado. Sin embargo, aquella noche no tuvieron problema para acampar; lo hicieron antes de que el sol se escondiera tras las esponjosas y oscuras nubes que a su vez se ocultaban detrás de los ramosos, casi deshojados árboles. Encendieron una  pequeña hoguera para asar una liebre que cazaron por el camino y una vez los tres hubieron saciado el apetito, se acomodaron en el blando suelo y cubiertos de gruesas mantas, intentaron  dormir.

                Nochtadh, uno de los viajeros se desveló a media noche debido a unos leves ruidos que había cerca. A reojo, escudriñó cerca de la hoguera donde las cenizas aun bullendo estaban y vio la silueta de un animal mordisqueando algo. Luego, éste se movió detrás de la hoguera con la intención de estar buscando algo. Al hacerlo, Nochtadh pudo ver que se trataba de un zorro rojo. El zorro se puso a masticar las sobras que habían dejado de la liebre. Entonces Nochtadh intentó incorporarse suavemente para ver mejor al zorro y éste se giró asustado, escondiendo el rabo entre las patas y ambos se miraron a los ojos. Los dorados ojos del zorro podían verse casi perfectamente con los vanos fulgores de las cenizas de la hoguera y Nochtadh se sintió conmovido por ellos. Luego de un breve instante, el zorro cogió parte del cadáver descuartizado de la liebre con la boca y se alejó de allí, perdiéndose entre la niebla nocturna. Los otros dos viajeros seguían durmiendo plácidamente, dentro de dichos sacos de pieles. Nochtadh se quedó esa noche mirando vagamente el cielo cubierto de nubes y pensando en aquel zorro.

                Durante varios días el grupo se fue alojando en varios conventos en ruinas y abandonados a su suerte que aparecían por el camino y, cazando algunos animales salvajes como ciervos y liebres para alimentarse, finalmente llegaron a un pequeño poblado, algo más que un caserío. Allí se instalaron durante tres días donde repusieron fuerzas esperando a que hiciera mejor tiempo, y se hicieron con una nueva carreta algo vieja donde depositaron lo que les quedaba de su cargamento. La tercera noche, antes de partir a la mañana siguiente, Nochtadh se desveló, como era común en él, y salió fuera de la posada a mirar por derredor. Se puso a explorar un poco por la periferia para ver el campo donde llegó a un pequeño puente de piedras gruesas donde se quedó a observar el río y las estrellas. Mientras pasaba el rato tranquilamente, sumido en sus pensamientos, sintió la presencia de alguien detrás de él y al girarse rápidamente, para su sorpresa, vio un zorro caminando encima del pretil del puente. Otra vez. ¿Era el mismo zorro? El zorro lo inspeccionaba con su profunda mirada apabullante a la vez que sus silenciosos pasos y su flamante cola se movían sin cesar sobre el pequeño muro a la par que Nochtadh, con las manos sujetas en el pretil que le llegaba hasta la altura del ombligo, iba girando la cabeza en dirección al movimiento del zorro. La cola del zorro se agitaba, daba movimientos burlescos, suavemente y de repente se detenía. Volvía a empezar. El rojo de su pelaje era distinguible con la luz de la noche; de las estrellas y de la Luna, que por momentos se ocultaba entre las nubes para volver a iluminar la escena. Los zafiros ojos de Nochtadh se mezclaban con los áureos ojos del vulpes. Creaban un lazo en aquel precioso instante. Creaban un verde en el ambiente. Creaban la primavera. ¿Qué significaba todo esto? El misterioso zorro dio un pequeño gemido y saltó al suelo sin apenas hacer ruido, luego giró su cabeza hacia Nochtadh para volver a dar otro gemido y se fue, una vez más, perdiéndose entre la oscuridad.

                Ya habían llegado a la región de Ciarraighe tras varias semanas. Habían cruzado ya el reino para volver a su tierra natal. Por fin estaban en su ciudad, Cill Airne. El comercio con el este no había tenido mucho éxito. Aun así, los habitantes del este hablaban de un peligro que acechaba en el norte y venía del mar. Pensaban que los vecinos de ultramar se estaban saliendo con la suya nuevamente. Pasaron entonces las semanas. El frío empezaba a desvanecerse, las hojas de los árboles empezaban nuevamente a brotar y los animales salvajes comenzaban a llegar para agruparse a las orillas de los lagos de Cill Airne donde crecía una exuberante flora. Ya había pasado febrero, marzo y estaban a finales de abril. Los ciudadanos, al igual que en todos los condados, esperaban celebrar el beltane el primero de mayo dando inicio al verano en el cual rezaban por un próspero pastoreo. Sin embargo, Nochtadh no estaba tranquilo. Su mente seguía pensando en aquel zorro que se le había aparecido dos veces y que no había vuelto a ver. Por lo tanto su corazón no estaba en paz, sentía que algo malo iba a suceder. Algunas noches se desvelaba y salía a dar una vuelta por el campo pero desgraciadamente, pasaban los días y no volvía a ver el zorro. Pero sentía, de alguna manera, que iba a volver a verlo.

                Para la víspera del 1 de mayo, el pueblo se movilizó hacia la montaña para celebrar el beltane. Numerosos carros se desplazaban a los pies de la montaña mientras los niños y algunos campesinos animaban la caminata con música, cantos y bailes. Una vez a los pies de la montaña, empezaron a juntar troncos y ramas de árboles que cogieron durante el camino,  los agruparon de manera que formaba una figura geométrica. A la noche, el montón de ramas se convirtió una gran pira por cuyo alrededor la gente celebraba el porvenir. Sin embargo, Nochtadh  no estaba con ánimos e incluso ese día tan importante para el pueblo, otras cosas le cubría sus pensamientos. La festividad le siguió la noche en la que Nochtadh  decidió alejarse de tales humos y ruido desalentador. Se acercó a uno de los lagos que hay a los pies de la montaña y allí se quedó mirando la inmensidad de la vía láctea en el reflejo de las oscuras aguas del lago que se le extendían mayestáticamente delante de él. Se tumbó boca arriba a la orilla del espejo, cerca de la hierba, y miraba las constelaciones e intentaba recordar cómo se llamaban algunas. Además, podía notar cómo se movían los astros, las estrellas fugaces, las nubes; el cielo. Se sentía verdaderamente regocijado ante tanta belleza, con el sonido del aire golpeando las verdes hierbas estivales y a lo lejos las blancas olas rompiendo las rocas de las orillas del lago. De pronto se adormeció profundamente.

                A la mañana siguiente, cuando el sol estaba a punto de salir, sintió que alguien le lamía la cara y de sobresalto se despertó viendo ante sí un zorro. El mismo zorro que tanto esperaba volver a ver. Con un vivo aleteo de su cola, el rojizo zorro soltó un gemido y sacó la lengua a Nochtadh y se puso a dar saltos y correr a su alrededor. Cuando Nochtadh se incorporó, el zorro se puso a dar unos leves brincos y girándose como diciéndole que lo siguiera, cosa que Nochtadh así lo interpretó y lo hizo. El animado zorro empezó a conducirlo por la montaña y Nochtadh lo siguió sin pensárselo hasta, que luego de mucho esfuerzo, llegaron a la cima. Subieron hasta Corrán tuathail, el punto más alto de la de todo el territorio. Arriba quedaban aún restos de nieve, el sol ya casi se había puesto y el viento era de respetar pero tanto a Nochtadh como al zorro no parecía importarles. Nochtadh se sentía feliz, al lado de un flamante zorro en un sitio tan alto que sentía que podía llegar a tocar las nubes con solo alzar un brazo. Nochtadh  podía divisar el humo de las piras del beltane desde varios puntos por el horizonte a la redonda. En cierto momento decidió mirar al este para divisar su ciudad, se dio cuenta de que también prendía un extraño humo de ella y se sintió realmente preocupado por ello. ¿Qué diablos estaba pasando? Quiso bajar la montaña para avisar a los demás que la ciudad estaba en llamas pero no lo hizo; el zorro se lo impidió con sus gemidos. Nochtadh inclinó y miró a los ojos del zorro e intentó comprender qué estaba intentando decirle. Al mirar nuevamente al valle donde sus compatriotas estaban, vio cómo una horda de guerreros se abalanzaba contra ellos y los asesinaban fríamente. Gente gritando, pidiendo ayuda, corriendo de un lado para otro, en vano, sin escapatoria. Los guerreros los habían pillado desprevenidos. Nochtadh no se lo podía creer. Mirando otra vez hacia al lago vio una numerosa flota de barcos encallados en la costa. Habían entrado desde el mar bordeando el río arriba. Los rumores de salvajes que venían del mar eran ciertos, y ahora estaban sembrando el terror por el oeste. La era de las invasiones vikingas en Irlanda no había hecho más que empezar.

martes, 7 de abril de 2015

El Arte

Estas son mis opiniones, mis conclusiones que he sacado sobre lo que es el arte. A pesar de todo, es imposible dar con una idea universalmente correcta. Si la filosofía es la frontera entre  la ciencia y la religión, ¿dónde está el arte? ¿Es el arte filosofía?
Sin más, este es en cierto modo un borrador sobre mis ideas, las cuales puedo indagar aún más pero el hecho de indagar es incluso más difícil por las excepciones que existen. Arte al fin y al cabo.

El ser humano puede crear arte por naturaleza y todos aquellos que se atrevan a seguir el camino de la creación de arte pueden denominarse artistas, bajo la condición de no dejar nunca de crecer como artista mediante el aprendizaje y la perfección de su trabajo y, sobre todo, conmover y complacer a todo aquel que capte mediante sus sentidos la obra creada por el artista. El artista ha de buscar la mayor perfección posible en su labor, lejos del alcance de todo aquel que no sea artista. Sin embargo la perfección viene dada por la competencia entre artistas de un mismo campo que son aquellos que van haciendo el camino de la destreza y la perfección del arte. El camino del arte no es un solo camino sino que se bifurca en numerosas ramas artísticas que el hombre ha sido capaz de llevar a cabo a lo largo de la historia.

El arte es una condición del ser humano, por lo que podríamos llamar al ser humano Homo artistico en lugar de Homo sapiens porque la destreza hace al sabio. Todos somos artistas y a la vez no lo somos; el arte existe porque hay personas que no se dedican a crear arte. De lo contrario si todos fuésemos artistas, sería algo común entre los hombres y nadie se extrañaría de los logros ajenos. Por lo tanto se puede decir que el arte existe gracias a los que no hacen arte.

El arte viene de la utilidad, de la supervivencia del hombre en sus primeros pasos por la historia y, de la mano del arte útil, apareció también el arte lúdico que acompaña al arte útil para darle un mayor significado, un significado humano, sea religioso o no, con el fin de ponerle sentimientos. El arte útil es aquel que no consideramos arte por el mero hecho de convivir con esas habilidades que sin ellas, el ser humano se juega la supervivencia. El arte útil está en constante progreso de innovación para una mejor calidad de vida. El arte útil no conmueve al ser humano. Por otro lado, el arte lúdico, también arte puro, es aquel que actualmente se podría llamar vagamente arte porque es aquel que más mérito se lleva porque, en cierto modo, es inútil y sólo sirve para complacer al que disfruta de él. Por lo tanto el arte puro es la esencia humana. Este arte puro es el que tiene competencia por la perfección, vanguardia e innovación, para alcanzar el máximo grado de transigencia por quienes lo disfrutan. La acepción de la calidad de la obra pura viene dada por aquellos que la captan según qué sentidos, se conmueven o apaciguan y son ellos quienes juzgan la naturaleza y capacidad de destrezas que llevó a cabo el artista para la realización de la obra. El propio artista es quien se pone los límites de perfección y es quien conoce sus habilidades y, lo más importante, es el primero que se contenta o entristece de su trabajo porque ha decidido dedicarse al arte.

miércoles, 18 de febrero de 2015

Tinta blanca por las noches

Hace unos días estaba en clase. intentando aguantar el sueño que llevaba encima. Un sueño de esos que ni un balazo te haría despertar. Y bueno, no sé como, pero en vez de dormir me puse a escribir algo en mi libreta ya que la tenía delante y la estaba hojeando. Le eché ganas y me puse a hacer dos poemas en la clase entera. Son estos

Tinta blanca, hoja negra,
negra seda, blanca alma,
abismo eterno en corto tiempo.
Perlas verdes, prados grises,
grises nubes, verdes lágrimas;
estanque de vastos recuerdos sombríos.

Se acabó la tinta, se perdieron las hojas
en la oscuridad de tus cabellos,
en la blancura de tu faz
se tornaron en lunares que miman tu cuerpo.
Se escondieron tus pupilas,
tras grises sábanas,
tras verdes afluentes
convertidos en jardines que riegas cada noche.


Y esta es la otra que hice después, ya un poco más inspirado:

Por las noches cuento mis días,
por el día cuento mis penas
que tuve todas mis noches.

Las calles solitarias son tan mías,
las estrellas dibujan mis venas
y el brillo lunar lo llevo en mi broche.

Muchas saetas fueron tan frías,
se escondían tras las almenas
y escaparon con su caballo tirando del coche.

Y tú, que mi leve vida absorbías
y que a día de hoy aún envenenas...
El amor que te dí fue un derroche.



Realmente me sorprende un poco que haya escrito un poema libre así, sin florituras y directo. Normalmente mis poemas suelen ser más barrocos y románticos como decía mi profesora de Literatura en bachillerato. No le falta razón, ese es mi estilo. El culteranismo me encanta y aun más cuando logro meterle conceptismo. 

A seguir fantaseando en fastuosas épocas lóbregas de antaño que hondo me calan.