jueves, 6 de junio de 2013
Delirios inesperados
...en ese preciso instante alcé la mirada al tejado y me encontré cara a cara con un póster de una vampiresa con una mirada fija e intimidante en mí. No recordaba haber cambiado el póster de lugar. Tenía por lo tanto, quizás, vida propia. Ella se mantenía cálida y firmemente en el tejado como los verdaderos murciélagos sedientos de sangre y con su sonar biológico activo esperando captar alguna señal de una víctima.
La víctima era por entonces, yo, tumbado en mi cama intentando conciliar el sueño en mi casi obscura habitación. La tenue luz de las farolas de la calle entraban por las rendijas del estor de mi ventana e iluminaba el rostro de la apacible vampiresa sedente, con lágrimas de sangre que corroen su vestido de la época victoriana. Y no podía dormir. Me levanté de la cama y caminé hacia la ventana y con soberbia, cerré el estor. Ya estaba a merced de caer víctima de mis propios gustos. Al girarme hacia el interior de mi pequeña habitación, ya consumida por la negrura, contemplé con dificultad las dimensiones de los objetos que me rodeaban y una pequeña luz azul parpadeaba en una pared. Me acerqué cautelosamente a ella y por instinto, desconociendo el objeto, pulsé un botón que no era sino táctil, se encendió una pantalla. No sé lo que vi en ella en ese preciso instante pero otra luz parpadeante apareció en la otra pared. La iluminación de la ya encendida pantalla no llegaba al otro extremo y con dificultad, llegué al siguiente destello oneroso. Me vi pues, con dos pantallas encendidas que ya daban cierta claridad y podía ver la rugosa y blanca pared de mi habitación cuando sentí un escalofrío recorriendo desde mi tobillo hasta el más largo pelo de mi mollera.
Giré rápidamente mi rostro hacia atrás y la chirriante puerta de mi habitación estaba abierta. En aquel instante no comprendí nada. ¿Había entrado o salido alguien? En los escasos metros que separaban la puerta de mi ser, pude apreciar como habían más dracaenias en mi habitación y para el colmo, florecidos. Eso fue muy inusual. Mi corazón no latía como si un duendecillo estuviera saltando vertiginosamente entre mi conjunto de ventrículos y aurículas sino que se encontraba completamente sereno. Todo bajo control. Me asomé pues, al exterior de mi habitación, cogiéndome del borde de la pared que separan los pares de cuatro paredes y mis ojos se abrieron. Se abrieron de par en par al ver sólo más oscuridad, más oscuridad incluso que mi habitación malamente iluminada con monitores. Más oscuridad impenetrable. Sólo había algo divisible en esa habitación.
Otra puerta semiabierta que con una amarillenta y tenue luz parecía estar ganando territorio en la habitación a medida que algo o alguien abría lentamente la puerta hacia el interior de la habitación. Al no darle mayor importancia necesaria al desplazamiento de la puerta, la siguiente habitación que parecía un pasillo estaba todo iluminado a luz de una vela que no pude percibir y lo más inquietante era un pequeño espejo cuadrangular colgado en la pared. No llegué a verme reflejado en el espejo pero vi lo que había en una pared del interior de la misma en un ángulo de 130º. Con asombro y curiosidad, sin moverme del sitio, moví mi cabeza intentando fijar la mirada en algo. Otra puerta más, abierta y dentro estaba también muy oscuro pero no del todo como para que la figura de una mujer se mostrase también asombrada mientras me miraba...
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